11 ago 2013

El lavadero, ¿novela negra nórdica?


Cae la noche en la parte de atrás de un viejo edificio de una ciudad escandinava cualquiera. El suelo de gravilla, las bicis apoyadas en la pared y una vieja puerta de madera que cruje cuando apenas has empezado a girar la manilla. Lo siguiente que se ve es una escalera de piedra que desciende hacia a ninguna parte, apenas se vislumbra el final, solo los escalones irregulares y las paredes descascarilladas… Podría ser un escenario perfecto para cualquier novela de intriga, ahora que está tan de moda la novela negra nórdica, pero es algo mucho más mundano: mi lavadero.

Aquí es habitual que los edificios tenga una especie de lavandería comunitaria que en sueco se llama tvättstuga. El procedimiento es el siguiente: en la entrada hay una lista con los días del mes divididos en cuatro turnos de cuatro horas. Eliges el turno que más te convenga (o el que puedas) y apuntas tu nombre. Llegado el día ya tienes acumulada una cantidad importante de ropa que tienes que organizar y bajar cuatro pisos (he mencionado ya que no tenemos ascensor, sí creo que sí) cargada con las cestas-bolsas y todo lo necesario para poner una lavadora: detergente, suavizante, la bolsa de tela para la ropa delicada, etc. Cuando bajas las escaleras, sales a la parte trasera del edificio y te encuentras esas inquietantes escaleras de la foto que dan a un sótano. Lo primero: localizar la luz (y no, no es tan sencillo, la primera vez necesitamos una linterna) y el cuarto en cuestión, porque allí también hay otras misteriosas habitaciones y pasillos que no sé muy bien a dónde llevarán, y no sé si quiero saberlo, la verdad. Normalmente, en el cuarto donde están las lavadoras hace calor porque además de dos lavadoras, una secadora y un fregadero, hay un par de cordeles donde la gente cuelga la ropa para secarla con ayuda de un calentador que da directamente sobre ella y sube unos cuantos grados la temperatura ambiente.

Empieza el espectáculo, sacas ropa, toallas, sábanas y pones una lavadora tras otra; de vez en cuando una secadora y mientras… esperas. Podría subir al apartamento pero la idea de subir y bajar las escaleras cada 20 minutos me cansa solo de pensarlo. Y ahora es fácil porque ya hemos aprendido pero nuestro primer día de lavandería en Suecia fue toda una experiencia: ni idea de cómo funcionaban esas lavadoras y secadoras industriales y todas las instrucciones en sueco. ¡Menos mal que este tipo de artilugios son pura intuición!



Después de unas cuantas horas, limpias un poco para que el siguiente en la lista encuentre todo decente y empiezas a subir toda la ropa limpia. Tiende lo que se ha quedado húmedo, plancha y guarda la ropa limpia. Y ya has perdido una mañana o tarde de tu vida haciendo cosas absurdas. No tenía la sensación de invertir tanto tiempo en estas cosas antes. No sé si será por tener que hacerlo todo en un mismo día en lugar de ir haciéndolo poco a poco cuando más te convenga. Ahora la lavadora es un privilegio y a eso me va a costar acostumbrarme. 


P.D. El otro día me comentaba una antigua compañera de trabajo que en Nueva York también está organizado así y que ella se considera afortunada porque su cuarto de lavandería está cerca porque hay gente que tiene que recorrerse tres manzanas con toda su ropa en un carrito. Visto así, quién no se consuela es porque no quiere. Voy a dejar de quejarme ;D.

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