25 feb 2014

Mi primera vez sobre unos esquís



Era una asignatura pendiente. Suecia, invierno, nieve... pues hay que intentar esquiar, ¿no? Yo creo que aquí los niños nacen directamente con los esquís puestos, pero una es más de "chanclas de playa" así que ponerse unos esquí e intentar hacer algo que no sea caerse es toda una aventura. Pero precisamente de eso se trata, ¿no?. De hacer cosas que nunca hubieras imaginado que harías. Así que... ¿quién dijo miedo?



Todo esto fue posible gracias a Suzana y Petra, que intercambiaron el papel de alumnas de español por el de profesoras y tuvieron una paciencia infinita conmigo. Pero empecemos por el principio: sábado al mediodía, luce el sol y el día anterior había nevado bastante, así que la ocasión era la mejor. Fuimos a Sidsjö, un lugar del ya he hablado antes aquí y que ahora está acondicionado para disfrutar del invierno. Una cabaña para relajarnos y comer algo, barbacoas, niños con trineos, una pista de slalom y familias dispuestas a disfrutar de un día en la nieve.


Primera lección: alquilar el equipo de esquí. Atención, que estamos hablando de esquí de fondo (siento la desilusión si ya me imaginábais haciendo slalom por las montañas suecas ;P) . 

Segunda lección: colocar las botas en los esquís. Las botas tienen en la puntera una especie de agarre que tiene que engancharse a los esquís. Bueno, al principio no había manera pero después de conseguirlo pasamos a las manos. Hay que enganchar los bastones a las manos con unos cierres de velcro. Total, que cuanto ya sientes que no puedes mover ni pies ni manos, entonces, hay que empezar a moverse y deslizar los pies por la nieve. Solo diré que mi estilo era parecido al de las muñecas de Famosa. Mi coordinación piernas-brazos es inexistente.

Tercera lección: entrar en los railes. Alrededor del lago, ahora congelado, hay un recorrido de unos tres kilómetros y los muchos aficionados a este tipo de esquí van dejando sus huellas y formando unos "railes". Bien. Me gustan los raíles. Metes los pies y no hay forma de que vayas en otra dirección más que la correcta. 

Cuarta lección: las pendientes. El terreno es bastante plano pero también hay desniveles. Cualquier cosa que me haga perder el control absoluto sobre mis pies es una pendiente, para mis profesoras evidentenmente no. Ellas se ríen de mi concepto de "pendiente".  El problema llega cuando pregunto cómo puedo parar si voy cuesta abajo: 

-"No puedes. No paras."
-"Solo te relajas, flexionas las rodillas, equilibrio y disfrutas."

Ejem.... ¿disfrutar? ¡¡Ayyy... dios mío!! No sé si conseguí disfrutar pero al menos después de tres o cuatro veces las rodillas dejaron de temblar ;D. La verdad es que fueron muchas sensaciones las que experimenté ese día pero aunque me sienta torpe e insegura, creo que podría aficionarme a esto (descarto totalmente siquiera intentar el otro tipo de esquí). 

Y sí, si tenéis curiosidad, por supuesto que me caí. Ya al final. Porque tengo una mala noticia... cuando los raíles desaparecen entonces ya tus pies no son tuyos. Van por libre y se van abriendo irremediablemente. "Se separan, se abren, se abren, se abren..." Plom. Al suelo. Y levantarse con los esquís puestos y las manos enganchadas a los bastones es otra tarea pendiente que me ha quedado jejeje...

Y si a alguien le parece fácil esto del esquí de fondo. Que es como andar dicen algunos. Solo diré que yo al día siguiente no podía moverme de las agujetas. Probad, probad... y después hablamos ;D. 

Como despedida darle las gracias a "mis profes" por la paciencia y hacer posible la experiencia. ¡Primera lección superada!




14 feb 2014

Sobre amores incondicionales



Todos los niños deberían tener una abuela como la mía. Que te deje acostarte tarde, te mime, te regañe, te cuente historias de miedo que no te dejen dormir, te dé a probar el café, te deje comprar más chucherías de las que puedes comer, te ponga de merendar pan con manteca y azúcar, se coloque trozos de patata en los dientes para asustarte, te cargue en la cintura mientras cocina para que se te pase la rabieta y meta a todos sus nietos en un minúsculo sofá cama para pasar una noche con poco sueño pero con muchas risas. Porque llenó mi infancia de buenos recuerdos y porque siempre me ha dado un amor incondicional. Porque es una mujer única, fuerte, amorosa y, sobre todo, luchadora... Por todo esto y mucho más hoy quiero celebrar que esta semana ha cumplido ochenta años. Cifra redonda y bonita que me hubiera gustado poder celebrar con ella con una fiesta alegre con el resto de la familia. Y como no pudo ser, al menos quiero sentarme un rato, escribir y contarle cuánto la quiero. Aunque me consta que ella ya lo sabe.

Así que ahora, con la distancia de por medio, no puedo sentarme en su comedor y tomarme un té mientras nos contamos nuestras cosas, porque en casa de mi abuela no falta nunca el té, ese té inglés negro que tomamos en La Línea con leche y canela, herencia de las costumbres inglesas. No, ahora no puedo. Pero cuando conecto el skype para llamarla, al otro lado puedo oír cómo me sigue preguntando: "¿Un tesecito?". Y a más de 3.000 kilómetros de distancia, ella pone el agua a hervir, yo preparo mi tetera y, sentadas en el sofá,  abuela y nieta seguimos manteniendo ese ritual que tan buenos ratos nos regala. 

P.D. Aunque este tema tenga poco que ver con Suecia, tiene tanto que ver conmigo que por una vez quiero compartirlo.Y me despido, cómo no, compartiendo un "tesecito" con "mi gordi".



5 feb 2014

¡Zapatos fuera, que estamos en Suecia!


Hasta ahora no había comentado nada sobre el tema de los zapatos o más bien de lo de "descalzarse". No es el único país donde tienen esta costumbre pero no es algo a lo que estemos acostumbrados en España. No me imagino recibiendo a las visitas en casa y pedirles que se quiten los zapatos. O mejor dicho, no me imaginaba. Ahora no me parece tan raro. La costumbre de descalzarse es algo que ya conocía antes de venir así que no me ha pillado por sorpresa. Nunca se me ha ocurrido ni siquiera preguntar: cuando entro en casa de alguien, zapatos fuera. Se da por hecho. En la entrada de las casas, lo primero que te encuentras es el perchero y el zapatero. A algunos puede que le cueste imaginarse andando en calcetines por casas ajenas pero la verdad es que yo me he acostumbrado rápido y me resulta cómodo. Así que ahora intento conjuntar también los calcetines con el resto del atuendo para que no sea muy cantoso ;D. 



Tiene sentido especialmente ahora, que las botas se llenan de nieve, barro o tienen en las suelas incrustadas restos de la grava que se echa en la calle para el evitar el hielo y los resbalones. En algunos sitios puedes encontrar pequeñas bolsas de tela con zapatillas para invitados como la de la foto, que algunos cuelgan en la entrada de casa para ofrecérselas al recién llegado, aunque lo habitual es ir solo con calcetines. Tanto es así que esta costumbre no se limita a las casas sino también, por ejemplo, a los gimnasios. En la primera imagen de este post se ve la entrada de nuestro gimnasio. Nada más entrar hay dos grandes estanterías-zapatero y no está permitido entrar con zapatos que hayan sido utilizados en la calle. Eso significa que tienes que comprarte un par de zapatillas de deporte extra solo para usar dentro del gimnasio o... - y esto lo he visto con mis ojitos-, ¡entrenar en calcetines!  A ver, es normal hacer pilates, yoga, etc descalzos pero ¡¿en la sala de máquinas?! Sufro cada vez que veo a alguien trasteando las pesas en calcetines ¡¿y si se le caen en el pie?!

A veces, también he visto que en los lugares de trabajo, hay gente que tiene un par de zapatos extra y se cambia cuando llega. Por eso he llegado a ver a una de mis profesoras de sueco en sandalias con calcetines ;D. 

Los suelos suelen ser de madera y como los interiores están bien acondicionados, el frío no suele ser un problema. Más bien es cuestión de acostumbrarse. Así que... familia y amigos: cuando vengáis a visitarnos hay que meter en la maleta solo los calcetines decentes que puedan lucirse en público ;D.