Hace casi una semana que parece que el
verano se ha olvidado de nosotros. Los días amanecen grises, con una lluvia
intermitente que a ratos te sorprende con unos rayos de sol improvisados. Como
nuestras tardes de septiembre en España, antes de que el cambio climático nos
desconcertara a todos con sus antojos. Con este tiempo apetece poco salir pero
menos quedarse en casa, así que este fin de semana cogimos en coche en
dirección Härnösand. Apenas a cincuenta kilómetros al norte de Sundsvall. Creo
que no fue culpa de la ciudad pero la verdad es que era una mañana plomiza y
desangelada. Tampoco ayudó que la ciudad estuviera prácticamente vacía. ¿Dónde
se mete la gente? Domingo, mes de agosto, media mañana y ni un alma en la
calles. Por todos esos motivos creo que la primera impresión de Härnösand no ha
sido ni buena, ni mala. Descafeinada. Es una ciudad bastante más pequeña que
Sundsvall, que vive de la industria y también es centro de estudios. La
Mittuniversitetet, es decir, la universidad de la zona de Västernorrland tiene
aquí bastante presencia. Aunque ese ambiente estudiantil que puedes esperarte
aún no se aprecia. La Universidad está alejada del centro y los estudiantes aún
están apurando las vacaciones.
Lo que sí estoy dispuesta a concederle a
Härnösand es que está muy cuidada, hasta en el rincón más inesperado te
sorprende una explosión de color. Las flores, Härnösand es la ciudad de las
flores, sobre todo, de las petunias.
Otra cosa buena fue el lugar donde
comimos. Un pequeño café-restaurante con mucho encanto. Nosotros nos sentamos
fuera, en la terraza, aprovechando que el sol se había animado pero el interior
es de lo más acogedor y un rato después estaba lleno de gente tomando su fika. Mientras,
nosotros apurábamos el café y algunos pájaros como el de la foto intentaban
presionarnos para que nos marcháramos ya y les dejáramos disfrutar de los
restos de la comida. Estando tan cerca,
seguro que volveremos. Le daremos otra oportunidad, quizá fue el día, quizá el
tiempo, quizá fue el ánimo que te contagia el cielo gris.
Eso sí, apuntando queda en la agenda el
trayecto desde Hänösand hasta Örnsköldsvik, bastante más al norte. Es la Höga Kusten, la costa alta sueca y dicen que es un espectáculo digno de ver. Una
costa abrupta, salpicada de fiordos e islas rocosas que dan al Golfo de Botnia y está
considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pero para eso
necesitáremos un día entero, preferiblemente con un gran sol luciendo en el
horizonte.
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