Ayer, 4 de
octubre, fue el día de los bollos de canela (kanelbullens dag). Cualquier excusa
es buena para tomarse uno de estos bollitos con un café y a los suecos no les
hacen falta muchas, la verdad. Es la unión sueca por excelencia: café y
kanelbulle. Convertidos en parte de la cultura sueca los encuentras en
cualquier parte: cafeterías, supermercados, gasolineras, Ikea… Yo diría que un
kanelbulle recién hecho es uno de los olores más característicos de Suecia.
Suelen
tener un relleno de azúcar y canela pero también puede hacerse con rellenos de
manzana o pistacho. Tienen un toque de cardamomo y se espolvorean con azúcar
perlado o con un glaseado. Están deliciosos recién hechos pero también se pueden
congelar para alegrarte algún que otro domingo por la mañana.
La idea de
dedicarle un día del calendario surgió de la Hembakningsrådet, que viene a ser
algo así como la Sociedad sueca de la repostería casera. Para celebrar su
cuarenta aniversario decidieron rendir homenaje a este símbolo de la repostería
sueca. Y la elección de la fecha no se hizo el azar, el 4 de octubre marca el
inicio de la temporada alta de la repostería en los hogares suecos. Llega el
frío y la gente se mete en la cocina, que se llena de aromas y sabores para compensar
las largas horas dentro de casa. Esto me recuerda que recientemente he visto un
programa en la televisión sueca que se llama: Hela Sverige bakar. Algo así como
toda Suecia cocina, bueno, no es cocinar exactamente, “bakar” es un verbo que según creo se utiliza en relación con la repostería… parecido a “hornear”. Vamos que aquí
todo el mundo hace sus pastelitos, bollitos, tartas, etc.
Yo, de
momento, no me he animado a ponerme el delantal, aunque ya probé a hacer kanelbullar hace algún tiempo. Y ahora que tengo con qué comparar puedo decir
que no me salieron nada mal. De todas formas, ayer por no hacer el feo nos
compramos unos cuantos, que no se diga que no seguimos las tradiciones ;D.
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